Un dato nos convencerá de que la estimulación temprana de los bebés puede resultar fundamental.
Es un detalle que parece lógico pero no deja de ser sorprendente a la vez. Desde que nace un niño hasta que cumple los tres años de edad, la velocidad de desarrollo de su cerebro es máxima, es decir, la formación de las neuronas que componen su “disco duro” alcanza su punto álgido.
Desde entonces hasta los seis años, esa velocidad se va reduciendo. Y, asombraos, se considera que a esa edad, el niño ya tiene las estructuras neuronales similares a las que puede tener cualquier adulto.
Parece razonable, entonces, que cuanto antes comencemos la estimulación del aprendizaje de nuestro bebé, antes seremos capaces de “moldear” esa máquina en plena formación que es su cerebro.
Además, como en esa época el cerebro se desarrolla tanto también demuestra una adaptabilidad absoluta y, por tanto, la capacidad de absorción de conocimientos, información y, por tanto, aprendizaje es más sencilla y se demuestra que los bebés con esta estimulación consiguen una mejor adaptación posterior al ambiente que les rodee y a posibles cambios que se produzcan en él.
Si logramos entender las inquietudes de nuestros pequeños, llegar a determinar sus potencialidades y les permitimos acceder a herramientas (objetos, palabras, gestos, sonidos, voces…) que les hagan comprender lo que se les muestra y desarrollar las capacidades de aprendizaje conseguiremos que nuestro hijo no sólo adquiera dotes, capacidades, habilidades, que aprenda, en definitiva, sino también que se le dé un impulso considerable a su autoestima, al factor positivo que tienen los logros que son como resortes que le empujarán a lograr nuevas y más difíciles metas en el futuro. Y que afronte esos retos con el optimismo de quien ha conseguido coronar cimas antes.
Para todo eso, además de enseñarle vocablos, términos, sensaciones, mostrarle peligros o placeres de la vida (todo forma parte del aprendizaje vital) debemos demostrar una capacidad absoluta de empatía con nuestro hijo, de cariño, de atención, de preocupación por cuanto tenga que ver con él. Sin duda, será el elemento clave para lograr que la estimulación temprana que llevamos a cabo dé sus frutos.
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