Mi hijo, que acaba de cumplir el año y medio, se está convirtiendo en todo un especialista en las tácticas para salirse con la suya en todo o en casi todo. No es distinto de otros niños, estoy seguro, pero sí puede ser este post un aviso a navegantes para aquellos padres que aún no han pasado por esta etapa.
Para empezar, como ya he mencionado varias veces, siente pasión por su madre y utiliza todo su juego de llanto, pataleo, berreo y otras artimañas para que ella tenga que estar con él constantemente. No la deja muchas veces ni cambiarse la ropa sin tenerle en brazos… sí, ya sé que parece imposible pero lo hace.
Yo le digo a mi mujer que no debe ceder tanto, que si llora un poco no pasa nada, que tiene que acostumbrarse a que no lo puede conseguir todo. Pero es que incluso cuando le echamos broncas por algo también usa sus mejores artes, el tío.
El otro día, mi mujer me contó que le estaba regañando y él, ni corto ni perezoso, giró totalmente la cara al lado opuesto donde estaba su madre.
Suponemos que era para decir que si no la veía era como si no le regañara. O también podía ser una forma clara de dar a entender que no sólo no aceptaba la reprimenda sino que no le importaba lo más mínimo.
Otras cosas que suele hacer ahora, cuando va a hacer algo que sabe que está mal, es echarnos de la habitación. No deja de ser gracioso ver cómo un monicaco que no levanta del suelo ni ochenta centímetros se dirige a tus piernas con las manitas por delante y te empuja para que le dejes en paz. Y una vez que te ha alejado, como si para él eso fuera suficiente, se vuelve al sitio donde va a hacer la trastada. Y es que al alejarnos, ya no somos conscientes de lo que hace.
Es divertido ver cómo se las va ingeniando sirviéndose de las tácticas necesarias.
Aunque, por otro lado, hay que controlar esas actitudes monopolizadoras que tiene. Difícil equilibrio hace falta.
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