Nuestro hijo es un gran comedor de arena

Ya escribí en otro post sobre el afán de algunos niños (incluso adultos) por comer cosas no comestibles y nuestro hijo ya había dado muestras en algunas ocasiones pero no dejaba de ser, creo yo, producto del proceso de investigación que se lleva entre manos estos primeros meses de su vida en los que anda “descubriendo”.

nuestro hijo es un gran comedor de tierra

El caso es que se nos habían olvidado esos episodios (aislados, pero episodios) hasta que hemos ido a la playa con él.Una vez comprobado que su aversión al tacto de la arena de playa era inexistente, el siguiente paso que dio tampoco nos sorprendió demasiado.La arena se convirtió en un compañero más de juego.No le importaba que se le metiera por todos lados, que tuviera los zapatitos llenos o que le picaran los brazos embadurnados.

Pero es que, cuando, sentado sobre un buen montón de arena húmeda, nuestro hijo empezó a llevarse puñados a la boca y masticarlos (rumiando, diría yo) sin que le cambiara el gesto de la cara, como si estuviera tomando el manjar más delicioso, nos llevamos una buena sorpresa.

Además, como yo, que era quien estaba jugando con él, también tenía las manos llenas de arena, de poca ayuda podía ser para quitarle lo que ya tenía dentro.En fin, un desastre. Bueno, tampoco hay que exagerar, no estaba constantemente comiendo arena.

nuestro hijo en la playa

Pero como nos picó la curiosidad, mi mujer empezó a buscar y encontró que una posibilidad es que los niños que hagan eso tengan ciertas carencias de minerales (como el hierro) que se pudieran encontrar en la arena. Mi cuñada, que ya me contó que sufren lo mismo con el primo de nuestro hijo, me comentó lo mismo, que la Naturaleza es sabia y algo deben necesitar los niños para hacerlo.

Pues bien, resulta también que un médico alemán del siglo diecinueve, Louis Kuhne, que se dice el precursor de la medicina naturópata, decía que la arena servía como una especie de “limpiador intestinal”, antiséptico y purificador.

mama-bebe-playa

No sé si esto será cierto pero si tantos niños lo acaban haciendo, más allá de la curiosidad (que se sacia las primeras veces que lo hacen), por algo será, ¿no?

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Un Padre con la L
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